viernes, 13 de marzo de 2020

EL SENTIDO OBJETIVO DE LA VIDA


EL SENTIDO INVISIBLE




Hay algo misterioso y solitario que es antes de todo comienzo y final, del cielo y de la tierra. Indistinto y completo, silencioso e inmutable, todo lo penetra y abarca sin agotarse, y es fuente perpetua de todas las cosas. Se le podría llamar la Madre del mundo, pero no conociendo su nombre, lo denomino Tao. (Lao Tse) La vida es flujo, movimiento; pero un movimiento que acontece en el seno de un no tiempo, de un eterno ahora. “[El sabio] junta todos los tiempos en la pureza de la Unidad” (Chuang Tzu) 19. El ahora eterno no es la eternidad del Ser enfrentado dualmente al devenir, no es lo eterno opuesto a lo temporal, sino el vacío originario y atemporal en el que el tiempo es y acontece. Esta intuición es común a las tradiciones sapienciales y místicas: “El ahora o el presente incluye todo tiempo. (Ita nunc sive praesentia complicat tempus). El pasado fue presente. El futuro será presente. Luego, no hay nada en el tiempo excepto lo dispuesto en el presente” (Nicolás de Cusa)20. El pasado es sólo nuestro recuerdo del mismo, el futuro es sólo nuestra anticipación del mismo; y este recuerdo y esta anticipación tienen lugar siempre ahora, en un ahora, por tanto, intemporal, no limitado por el antes y el después. La realidad es siempre y únicamente ahora. El seno del tiempo es la eternidad —entendida no como un tiempo ilimitado sino en el sentido metafísico de atemporalidad— del Lógos, del Tao.


LA FELICIDAD


La felicidad, que es el fin último del ser humano, no consiste —sostiene Aristóteles en su Ética a Nicómano— ni en el placer, ni en la riqueza, ni en los honores, ni en la fama, ni en el poder, ni en ningún bien exterior, ni en algún bien del cuerpo, sino en la operación o actividad humana conforme a su naturaleza específica, en la actualización de sus potencias propias, entre las cuales el noûs, lo que hay “de más divino en él”, ocupa el lugar privilegiado. Spinoza describe esta tendencia universal hacia la felicidad o hacia lo que cada cual juzga como bueno, afirmando que “el deseo de vivir felizmente, o sea, de vivir y obrar bien, etc., es la misma esencia del hombre, es decir, el esfuerzo que cada uno realiza por conservar su ser”50; un esfuerzo que es efectivo y actualizador, que permite el desenvolvimiento de nuestra naturaleza propia, cuando está guiado por lo que especifica a esta última, la Razón, pues, como veremos, “las acciones del alma se siguen sólo de las ideas adecuadas, y el alma sólo es pasiva porque tiene ideas inadecuadas”51 . Todo ser humano tiende a su autoafirmación y plenitud ontológicas. Esta es la dirección de la vida en él. Al afirmar esto introducimos en la consideración del sentido existencial la causa final. Pero se trata de una causa final que, si bien define una dirección, no implica proyectar en el futuro la experiencia del sentido, pues el crecimiento vivenciado subjetivamente como plenitud es el movimiento activo de la vida en el presente. Sólo cabe vivir y obrar bien ahora. El fin del crecimiento es crecer. El fin de la vida es vivir. 



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